La Ineficacia de la Comparación

¿Eres de esas personas que no puede evitar echar su mirada hacia otros para hacer una comparativa en la que siempre o casi siempre sales perdiendo? Probablemente, y si te paras a pensar un poco sobre ello, uno de los motivos por los que no puedes dejar de hacerlo es porque desde pequeño, y seguramente sin hacerlo a propósito, los adultos con quienes te relacionabas (la mayor parte de las veces los padres, pero también familiares, maestros, etc.) te comparaban. Es posible que utilizasen frases como estas u otras parecidas: “tu hermano se come antes la comida que tú”, “¿has visto tu prima qué bien se porta?”, “tu amigo es más listo y estudia más que tu”…. Pues bien, esto que parecen frases inocuas y que se dicen para “motivar” a los niños suelen tener el efecto contrario, sirven más bien para hundirle. En ellas el niño siempre sale perdiendo y a fuerza de escucharlas una y otra vez se van grabando como reales en su pequeño cerebro.

Cuando un niño escucha este tipo de frases una y otra vez puede hacer el intento de parecerse a ese hermano, prima o amigo pero sin resultado, sencillamente porque cada uno es como es y está bien que así sea. Está bien comer menos porque simplemente hay personas que comen más y otras que comen menos; está bien ser más rebelde y activa porque además no es algo que fácilmente pueda cambiarse y está bien ser menos listo. Ahí está el error de quien compara porque cuando comparamos no estamos viendo de verdad al niño. Estamos viendo al niño que nos gustaría tener pero no al real que tenemos y si nos detenemos a pensarlo es muy triste. Es doloroso darse cuenta que no nos hayan visto de verdad y que a su vez no seamos capaces de ver a nuestros hijos tal como son sin intentar cambiarles.

Cada persona nace con unos atributos y cualidades y como padres debemos estar atentos a esas maneras de ser y estar de nuestro hijo para aceptarlas y/o potenciarlas, según el caso. Cuando comparamos le estamos diciendo: no está bien como eres, el otro es mejor que tú. Si en vez de ello aceptamos o alabamos sus particularidades, sean las que sean, el niño podrá desplegar todo su potencial y sólo desde ese lugar de aceptación podrá mejorar en aquellos aspectos en los que esté más “flojo”. Si es un niño con pocas cualidades para el deporte, por ejemplo, podrá mejorar y superarse en esa área sólo en el caso de que le aceptemos y le veamos tal cual es, sin intentar cambiarle o compararle con otros. El diálogo interno que mantenemos como adultos tiene muchísimo que ver con lo que nos han dicho y repetido desde niños, nos hablamos con la misma rudeza con la que nos han tratado o con la misma dulzura y comprensión que hemos tenido.

Me gustaría dejar claro que cuando hablo de aceptar no me refiero a rendirse o resignarse, no tiene nada que ver con eso. Aceptar es comprendernos, aceptar es ser tolerantes y pacientes con nosotros mismos. Me acepto cuando me doy cuenta que hago lo que puedo y sólo desde esa aceptación genuina puedo dar pasos para mejorar y crear una nueva versión de mí mismo.

Así que cuando te encuentres a ti mismo comparándote con otros recuerda que tú eres tú y que está bien ser así, eres así por algo, además de que tienes una historia personal detrás que te ha hecho ser de esa manera y no de otra. Por eso no tiene sentido intentar compararte con otras personas porque por muchas similitudes que tengáis es otra persona distinta y con una diferente historia personal tras de sí.

Si con alguien quieres compararte hazlo contigo mismo y que eso te dé la motivación y el impulso suficiente para mejorar porque si aceptas aquello que en principio te molesta de ti podrás mejorarlo, confía en ello.